El Triple Silencio /
(Texto de Gastón Malgieri para ser leído como parte de los alegatos de la querella en el juicio que se desarrolla en la ciudad de Córdoba, por el asesinato de Natalia «Pepa» Gaitán en manos de Daniel Torres. Finalmente el texto no formó parte de dichos alegatos. Lo que se dijo en ellos, es lo realmente importante, vital, urgente y necesario. Este texto es otra mirada posible y tiene, en mayor o en menor medida, estrecha relación con los argumentos que presentó la abogada y que puede descargarse del link que acompaña la nota.
El día lunes 8 de Agosto se conocerá la sentencia. Agradezco infinitamente a Natalia Milisenda, Ernesto Meccia, Susana Guzner y Gustavo Diaz Fernandez por los aportes, correcciones y lecturas.)
Mamá, soy yo, Pepa. No, no te asustes. Quiero recuperar la voz, quiero aprovechar este día, en el que seguramente van a tener que escucharnos incluso aquellos a los que jamás les importamos, para decir bien claro lo que Torres intentó silenciar con su escopeta.
Lo que digas vos, y principalmente lo que digan los jueces hoy es crucial. No solo por mí, vieja hermosa, sino porque siempre peleaste, peleamos por una sociedad más justa. Por eso nos levantábamos juntas todas las mañanas. Por eso llevamos adelante el comedor hace años. Por eso estamos acá. Eso me enseñaste y eso debés seguir enseñando a quien te quiera oír.
Quiero recuperar el grito. Vos y yo sabemos cuántos más, como Torres, andan sueltos, desparramando tiros, golpes y heridas a tantas otras. Vos y yo sabemos cuántos utilizan todos los recursos que nosotras no tenemos para fomentar estos crímenes de odio, como el mío.
Por supuesto que estás acá para que Torres, ese asesino que se benefició del laburo, comida y cariño que construimos en nuestro barrio, cumpla la condena más alta que le corresponda en la cárcel. Por supuesto que a eso vinimos. Pero también vieja mía, viniste para dejar en claro que a tu hija la mató este hombre por lesbiana, por no ser esa mujer que él esperaba, que tantos otros esperaban. Viniste a dejar en claro que una gran parte de la sociedad, con su silencio o su complicidad, me vuelve a matar todos los días un poco, nos vuelven a matar todos los días un poco.
Vine a darte fuerzas. A devolverte las fuerzas que alguna vez me diste, para seguir adelante. ¿Te acordás? Cuando salía a la calle y los demás no sabían cómo tratarme o me miraban como a tantxs otrxs con el asco de no ser lo que ellos esperaban, ahí estabas vos, bancándome, diciéndome: “tu familia te quiere así, yo te quiero así, tus hermanos te quieren así. El resto no importa”. Así construí a Pepa, a tu Pepa.
La fuerza a la que Torres le tenía miedo, la fuerza a la que Torres intentó frenar, la construí con tu cariño.
Mamá, si yo pude amar, si yo puede ser quien fui, a pesar de todos los insultos de los otros, los golpes de los otros, las heridas provocadas por los otros, fue gracias a vos. Y si me hice fuerte, y salía a la calle, si me plantaba frente a la agresividad de los otros, era porque vos estabas ahí.
Ahora sos vos la que se tiene que poner de pié, la que tiene que tener la potencia suficiente para decir, como te salga, como siempre te salió: a mi hija la mató Daniel Torres por lesbiana. Por amar a otra mujer. Por no amarla a escondidas. Por no tener miedo y mostrar su amor. Que la sociedad entera sepa de tu propia voz, que de la burla al disparo hay solo unos pasos, un movimiento, el de un dedo, el mismo que nos señala por ser quienes deseamos ser y amamos a quien queremos y como queremos.
No hay otra manera. Hay otras tortas, que luchan, otras minas pobres, otros putos, otros y otras trans que están en la mira de la intolerancia ajena, a quienes nadie escucha, quienes están esperando el balazo a la vuelta de la esquina, el golpe a la vuelta de la esquina, el escupitajo a la vuelta de la esquina. Están quienes siguen creyendo que somos “pecado”, que debemos corregir nuestro rumbo, que debemos llamarnos al silencio, aunque sea a balazos. Por eso vieja no hay que bajar los brazos.
Hace un año atrás, se aprobó la ley de matrimonio igualitario, qué ironía ¿no? Digo, ahora en el país algunxs podrán mostrar el anillo que los haría similares a “los otros”, y hay banderitas de todos colores en las ciudades grandes, y hacen marchas donde aparece mi foto y muchos y muchas tomaron mi nombre para decir lo suyo. Y no está mal. Pero no dejes que eso se banalice, se vuelva apenas una anécdota más para causas ajenas. No podemos seguir creyendo que con la ley de matrimonio igualitario se terminó la lucha. La lucha no se terminó, vieja. Recién empieza. Tenemos que volver al principio, saber que la ley está bien para quien la quiera usar, pero esa ley no frena los balazos, no frena los insultos, no frena la necesidad de ocultarnos que tienen esos otros que te decía antes.
Alguien ahora mismo puede estar a punto de ser asesinadx por amar distinto, por vestir distinto, por hablar distinto, por mirar distinto, y por mostrar esa diferencia. Diferencia que nos distancia de quienes apuntan, de quienes silencian, de quienes creen poder decidir por nosotras.
Esto vieja es importantísimo, esto lo tienen que comprender las autoridades que entienden en la causa y la sociedad en su conjunto. A mí me mató un hombre por lesbiana. Y me vuelven a matar como a tantas otras, cada vez que nos niegan la voz, cada vez que nos insultan, cada vez que toman nuestro amor como un chiste o como parte de una fantasía del morbo machista, cada vez que nos dicen “ámense pero dentro de cuatro paredes” Esas son otras formas de matarnos. Y eso también tiene que quedar claro.
No queremos vieja, ser estadísticas, noticia policial que dura una semana y después nada más. No quiero vieja mía, ser pancarta para que se burlen los miserables.
A nosotras tienen que matarnos para que tengamos derecho a decir algo. Esa es la lucha real. Terminar con la complicidad social sobre nuestros cuerpos acribillados, terminar con la idea de que para poder hablar, debemos perder nuestro derecho irrenunciable a decidir sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas, como se nos ocurra.
Si los jueces hoy dicen esto en la sentencia, si la justicia se hace eco de este crimen, como un crimen de odio, algo habremos conseguido.
Mamá tenemos que confiar en que la justicia reconozca la razón principal del disparo: y esa razón es yo era una amenaza para Torres por ser lesbiana, por desafiarle su “hombría” con mi cuerpo, con mi forma de amar, con mi forma de ser quien fui. No soy la victimaría, soy la víctima. A eso viniste.
A dejar en claro tu hija, no es la única y que este tribunal tiene hoy la decisión que Pepa Gaitán, sea la última. O mejor dicho, la primera lesbiana, mujer y pobre asesinada cuyo crimen de odio no queda impune.
Vos tenés tu voz, vieja linda. Tu voz, es mi voz. Eso es lo único importante.
Eso, y que se haga justicia.
No bajes los brazos, no te calles nada. Nunca.
Pepa